Burgos es una de esas ciudades donde aun pueden encontrarse pastelerías de las de toda la vida: con su propio obrador y productos de elaboración diaria. En la ciudad hay, por fortuna para los amantes de la golmajería, bastantes establecimientos clasicos que resisten aún a la invasión masiva del producto de bollería-pastelería ultracongelado.
Siempre he asociado esta ciudad, el centro al menos, con un cierto aire de clasicismo conservador, en el que la marca y la etiqueta sirven para mostrar, o al menos para aparentar, lo que uno es o pretende. Caballeros y señoras paseando del brazo, con su indumentaria adquirida en comercios de prestigio como "Serrano", siempre en tonos marino, verde botella o camel, con sombrero y carisimas bufandas de Burberry´s en invierno, zapatos de salón y abrigos de corte britanico. Indumentaria acorde por otro lado con el aspecto señorial que la piedra confiere a la ciudad.
Si en otros lugares lo de categoría es ir a tomarse un café al Casino o al Parador, Nacional se entiende, en Burgos un equivalente sería ir a tomar algo al Ojeda.
Casa Ojeda es uno de los grandes nombres de la ciudad en el ámbito de la gastronomía: Su restaurante es uno de los lugares más afamados donde comer lechazo asado, y esto les permite establecer unos precios un tanto elevados. Quizás demasiado.
En el edificio que alberga el restaurante, muy bien situado por cierto, casi a los pies de la capa del Cid Campeador, hay espacio también para una cafetería y para el espacio Ojeda Delicatessen, que es en lo que se ha convertido su antigua pastelería. Además de pasteles y dulces hay espacio para productos precocinados y otros productos de renombre: embutidos, aceites, patés, aguas, vinos, pastas...
En el edificio que alberga el restaurante, muy bien situado por cierto, casi a los pies de la capa del Cid Campeador, hay espacio también para una cafetería y para el espacio Ojeda Delicatessen, que es en lo que se ha convertido su antigua pastelería. Además de pasteles y dulces hay espacio para productos precocinados y otros productos de renombre: embutidos, aceites, patés, aguas, vinos, pastas...
Si bien no es mi pastelería favorita de la ciudad, ha perdido mucho con la mecla hay que reconocer que tiene algunos dulces excelentes. Sus "raquetas" siempre me han gustado, y aunque yo no soy mucho de "Chevalieres", su nata siempre resulta buenisima para los catadores.
Mi último descubrimiento han sido los "Bartolines", creo que cito bien. Un detalle traido espcialmente a Logroño desde Burgos para una recién estrenada madre necesitada de energías.
Los amantes del producto de churrería no pueden dejar de probarlo. Digo de churrería porque son una versión del "suso" pero en fino, muy muy fino. Excepcional. La pasta exterior frita y recubierta de azucar y el interior con una maravillosa crema pastelera.
Un capricho para degustar aprovechando por ejemplo, una visita al Museo de la Evolución Humana, que bien la merece.
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