El conocido restaurante Villa Marcilla está ubicado en las afueras de Marcilla (Navarra): un próspero municipio situado en la ribera del río Aragón, cuyo mayor atractivo turístico es su castillo.
El restaurante forma parte de la oferta de un Hotel de cuatro estrellas del mismo nombre, que ofrece este punto como estratégico para la visita de algunos puntos imprescindibles de la ribera y la navarra media como las Bardenas Reales o el Monasterio de la Oliva.
Estéticamente el complejo por dentro resulta muy agradable: Los distintos salones que componen el restaurante se distribuyen a lo largo de varias estancias de una casa solariega de principios del siglo XX, entre las que se abren patios y jardines que también hacen las veces de espacio de comidas.
El lugar donde se sirve el menú del día es una nave rectangular de vigas vistas muy bien decorado en estilo rústico. Los comedores a la carta son espacios realmente acogedores, que te transportan a casas de epoca casi victoriana, pero con la justa sobrecarga decorativa.
El menu diario de almuerzo del Villa Marcilla sale por 12€+iva y por 25€ los fines de semana: El primero suele estar bastante demandado.
Pero en esta ocasión la visita de los Azk al Villa ha estado motivada por una nueva despedida del grupo. Aprovechando el calor de los albores de la primavera hemos comido al aire libre, acompañados del rumor del agua corriendo en una fuente, en el patio intermedio del edificio.
El menu ha consistido en una seleccion de entrantes a compartir, un segundo a elegir, postre y vino Marco Real, crianza 2008, por 35 €/persona.
Las presentaciones de los platos muy correctas en general, las raciones, en este caso, desiguales.
Como entrantes:
Delicioso crujiente relleno de crema de pimiento y bechamel. Paté para untar con panecillos de pasas, anunciado como foie. "Haciendo un breve inciso, abogo aqui por la necesidad de intervención de la Real Academia de la lengua, para definir el concepto "foie", y sus innumerables acepciones. Basando ésta solicitud en que este término es empleado en practicamente todas las cartas de restaurantes con pretensiones de este pais, y no refiriendose siempre al mismo producto"
Rueda de morcilla salada con piquillos y
Rissotto de hongos acompañado de chipirón en su tinta. Una combinación esta última, un tanto dificil de asumir, por la intensidad de ambos sabores.
Muchos segundos para elegir, que justifican el comentario sobre la subjetiva desigualdad de los platos, al menos en lo que a cantidad de ración de refiere.
Canelones de pescado, dos unidades. Con sabor intenso a pescado, demasiado, y para estómagos de volumen reducido, o saturado de entrantes.
Merluza en salsa, sobre cama de patatas asadas, con sofrito de ajos y acompañada de gambas. Plato por lo visto que despertó las miradas y las dudas de los que no lo habían elegido, penando por su elección.
Confit de pato. De gran tamaño.
Carrilleras en salsa. Buenas y bien presentadas, y
Polémico entrecot. Polémico poque a pesar de que era un buena ración, era un entrecot de ternera y no de vaca. Puntualicemos aqui que los sueños frustrados de los clientes no debe asumirlos como culpa el restaurante, puesto que no se indicaba lo contrario en el menu cerrado. Aun así, la carne resulto sospechosa de ser de ternera de añojo, porque no era demasiado blanda, y era, claro, demasiado magra. Y ante la frustración no hay más cura que la reflexión y distancia en el tiempo...
He de hacer también mención aquí a que tanta despedida gastronómica nos lleva, como no, a la comparación. Y en este punto hay quien nos insta a hacer justicia con nuestro anterior punto de encuentro: Las Halconeras de Sancho IV, en Funes. Puesto que a pesar de su modestia, comparada con la fama y nivel de éste Villa Marcilla, hay quien lo ha preferido. Menos estética, tal vez, pero comparando la calidad del producto servido, el de Funes no se queda a la zaga, sino que en algunos apartados, como la carne, (Chuleta de vaca de la que se pudo incluso repetir) supera el nivel con creces.
En la variedad está el gusto.
El lugar donde se sirve el menú del día es una nave rectangular de vigas vistas muy bien decorado en estilo rústico. Los comedores a la carta son espacios realmente acogedores, que te transportan a casas de epoca casi victoriana, pero con la justa sobrecarga decorativa.
El menu diario de almuerzo del Villa Marcilla sale por 12€+iva y por 25€ los fines de semana: El primero suele estar bastante demandado.
Pero en esta ocasión la visita de los Azk al Villa ha estado motivada por una nueva despedida del grupo. Aprovechando el calor de los albores de la primavera hemos comido al aire libre, acompañados del rumor del agua corriendo en una fuente, en el patio intermedio del edificio.
El menu ha consistido en una seleccion de entrantes a compartir, un segundo a elegir, postre y vino Marco Real, crianza 2008, por 35 €/persona.
Las presentaciones de los platos muy correctas en general, las raciones, en este caso, desiguales.
Como entrantes:
Delicioso crujiente relleno de crema de pimiento y bechamel. Paté para untar con panecillos de pasas, anunciado como foie. "Haciendo un breve inciso, abogo aqui por la necesidad de intervención de la Real Academia de la lengua, para definir el concepto "foie", y sus innumerables acepciones. Basando ésta solicitud en que este término es empleado en practicamente todas las cartas de restaurantes con pretensiones de este pais, y no refiriendose siempre al mismo producto"
Rueda de morcilla salada con piquillos y
Rissotto de hongos acompañado de chipirón en su tinta. Una combinación esta última, un tanto dificil de asumir, por la intensidad de ambos sabores.
Muchos segundos para elegir, que justifican el comentario sobre la subjetiva desigualdad de los platos, al menos en lo que a cantidad de ración de refiere.
Canelones de pescado, dos unidades. Con sabor intenso a pescado, demasiado, y para estómagos de volumen reducido, o saturado de entrantes.
Merluza en salsa, sobre cama de patatas asadas, con sofrito de ajos y acompañada de gambas. Plato por lo visto que despertó las miradas y las dudas de los que no lo habían elegido, penando por su elección.
Confit de pato. De gran tamaño.
Carrilleras en salsa. Buenas y bien presentadas, y
Polémico entrecot. Polémico poque a pesar de que era un buena ración, era un entrecot de ternera y no de vaca. Puntualicemos aqui que los sueños frustrados de los clientes no debe asumirlos como culpa el restaurante, puesto que no se indicaba lo contrario en el menu cerrado. Aun así, la carne resulto sospechosa de ser de ternera de añojo, porque no era demasiado blanda, y era, claro, demasiado magra. Y ante la frustración no hay más cura que la reflexión y distancia en el tiempo...
He de hacer también mención aquí a que tanta despedida gastronómica nos lleva, como no, a la comparación. Y en este punto hay quien nos insta a hacer justicia con nuestro anterior punto de encuentro: Las Halconeras de Sancho IV, en Funes. Puesto que a pesar de su modestia, comparada con la fama y nivel de éste Villa Marcilla, hay quien lo ha preferido. Menos estética, tal vez, pero comparando la calidad del producto servido, el de Funes no se queda a la zaga, sino que en algunos apartados, como la carne, (Chuleta de vaca de la que se pudo incluso repetir) supera el nivel con creces.
En la variedad está el gusto.
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