Llegamos a una Hondarribia que nos recibe gris y ligeramente lluviosa. Pero con un gris cálido, incluso brillante y una temperatura muy agradable.
Llegamos abrumados por las recomendaciones gastronómicas que nos hacen los asiduos al lugar. Todas diferentes: Que si Laia, que si Arroka Berri, que si Beko Errota, que si Gran Sol..
Ninguno nos ha recomendado el Restaurante Alameda. Tiene fama de ser el mejor. Y generalmente esto implica, en el imaginario popular, que es muy caro. Aunque yo, antes de salir, he leído la crónica sobre el Jaizkibel que publica Igor Cubillo en Lo Que Coma Don Manuel. Y así me he enterado de que en el Alameda, con sus soles y estrellas hay un menú por unos 35 €. Este es su terreno más que el nuestro así que nos dejamos guiar.
El menú se llama Gartzinea y sale por 35 € más IVA, a lo que hay que sumar la bebida.
No llevamos una indumentaria muy "ad hoc" a lo que imaginamos correspondería por la categoría del local, y dudamos un poco si entrar. Pero finalmente nos decidimos. Y la elección fue definitivamente un acierto.
El restaurante ocupa una sala acristalada, de techos altos con vigas vistas. Está ligeramente decorada, y lo mas llamativo son quizás unos grandes telones grises que enmarcan los ventanales y contrastan con el intenso verde que proyecta el jardín circundante. Las mesas están vestidas con grandes manteles blancos, son amplias y el vecino más próximo está muy lejano.
Nos recibe uno de los hermanos Txapartegui, que en la particular función de la que somos espectadores representa el papel de responsable de comedor. Tenemos un lugar privilegiado desde el que podemos observar el entrar y salir de la cocina de los camareros, correctísimos, educados, simpáticos.., que distribuyen los platos entre los comensales, bajo la atenta supervisión de la "Prima Donna" de la obra. Me fascina esta mujer a la que llaman "Tía Marivi". Una figura que deambula entre las mesas como una estricta directora de escena. Ataviada con un abrigo tipo Chanel, que seguramente lo fuera. Con mocasines de corte masculino y marcado corte de pelo a lo paje. Aparentemente hierática, y con un caminar extremadamente erguido, confiere a la escena el aspecto de estar presenciando no un estreno, sino un ensayo general.
Esto crea una sensación de comodidad que no he sentido en otros lugares. Tanto o menos renombrados que este, pero al menos igual de caros, donde el encorsetamiento y la rigidez cortan un poco al comensal. La verdad es que la atmosfera es muy distendida.
Pedimos el citado menú que estaba compuesto por:
Nos recibe uno de los hermanos Txapartegui, que en la particular función de la que somos espectadores representa el papel de responsable de comedor. Tenemos un lugar privilegiado desde el que podemos observar el entrar y salir de la cocina de los camareros, correctísimos, educados, simpáticos.., que distribuyen los platos entre los comensales, bajo la atenta supervisión de la "Prima Donna" de la obra. Me fascina esta mujer a la que llaman "Tía Marivi". Una figura que deambula entre las mesas como una estricta directora de escena. Ataviada con un abrigo tipo Chanel, que seguramente lo fuera. Con mocasines de corte masculino y marcado corte de pelo a lo paje. Aparentemente hierática, y con un caminar extremadamente erguido, confiere a la escena el aspecto de estar presenciando no un estreno, sino un ensayo general.
Esto crea una sensación de comodidad que no he sentido en otros lugares. Tanto o menos renombrados que este, pero al menos igual de caros, donde el encorsetamiento y la rigidez cortan un poco al comensal. La verdad es que la atmosfera es muy distendida.
Pedimos el citado menú que estaba compuesto por:
Crema de guisantes con espuma de hinojo como aperitivo
Arroz con chipirones
Mero con verduras
Lomo de vaca asado con pastel de patata y beicon, y
Torrija caramelizada
Lo que son las cosas. Nos gustó el menú en su conjunto, unos platos más que otros claro, pero sin embargo concluimos que desde este momento abandonamos los menús degustación.
Después de decidirnos a entrar, de ver los precios de la carta, de ver desfilar otros platos y de probar un poco de todo, pensamos que deberíamos habernos dejado llevar y pedir cigala, (15€ media/ 28 entera, la ración), pescado del día, porque el mero estaba para comer y no parar y por ejemplo la torrija.
Fallamos con el vino, un Viñas de Gain de 2010, vino que nos había gustado, pero que en esta añada aparece con más grado de lo habitual (14.5) y con el alcohol del grado poco enmascarado además.
Meditamos nuevamente sobre los márgenes del vino Rioja fuera de su lugar. Exagerados a nuestro entender. Y mas ahora tal y como están los tiempos y algunas bodegas de inversores que durante una época jugaron a ser bodegueros.
Volveríamos al Alameda. Quizás si volvamos.
PD: Merece la pena leer la crónica que David de Jorge hace del lugar.
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