No conozco a Alex García, pero
después de leer algunos artículos publicados sobre él, sobre su restaurante y
sobre su cocina en la Web, y de aventurarme tras tres o cuatro años a visitar
Umm, he formado de él una imagen que incluye juventud, orgullo, vanidad,
ambición.
Su local no me ha resultado nunca
demasiado atractivo, contradiciendo esa mítica frase de Anthony Hopkins en El
Silencio de los Corderos, que afirma que “Se codicia lo que se ve”. Para mi el
barrio de La Cava-Fardachon es un lugar frecuente de paso, con un urbanismo frío
y edificios sin personalidad. Una frialdad que empaña desde mi punto de vista
los locales de la zona. Incluyendo Umm.
La elección del emplazamiento, según lo leído muy pensada, me descoloca un tanto y me habla de presunción. Y supongo que esta presunción podría ser el motor de impulso de este cocinero, y el catalizador de su éxito.
La elección del emplazamiento, según lo leído muy pensada, me descoloca un tanto y me habla de presunción. Y supongo que esta presunción podría ser el motor de impulso de este cocinero, y el catalizador de su éxito.
Un éxito que adivino consecuencia de su cocina imaginativa, y de esos valores que a mi me ha transmitido su imagen, y que pienso se justifican también en el autorretrato que preside el área de acceso a su cocina.
Una imagen que da nuevamente lugar a diferentes interpretaciones: Homenaje a sus mentores, a sus ídolos, a sus iguales...
Y no piensen que esta es una crítica destructiva, nada más lejos. El orgullo y la ambición mueven montañas y eso es digno de alabar. Más aún cuando en este local, este cocinero da empleo, según he contado, al menos a cinco personas. Y eso no se puede criticar.
Finalmente me aventuré a entrar en el local, atraída he de ser sincera, por el deseo de probar uno de esos, supongo, cerca ya de dos centenares de pinchos de la semana, que cuentan en los mentideros, ha conseguido ya idear y ofertar a dos euros la unidad.
Me ha tocado esta semana uno muy adecuado por lo invernal: crujiente de morcilla sobre crema de caparrones.
El balance excepcional. El pincho muy equilibrado, pese a lo contundente de la composición. Morcilla tipo Burgos, de grano suelto, suavizada con juliana de manzana que le aporta un punto de dulzor. Envuelta en crujiente que se apoya sobre la crema de caparrón rojo. Una crema trabajada, con podrían ser granos de arroz, y trocitos de guindilla encurtida. Sinceramente muy bueno.
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Y seguramente nos animemos a seguir probando.
PD: Que haya abierto su segundo Umm en plena calle San Juan me hable de madurez, realidad, éxito y mucha mas ambición.
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