Vara de Rey, 5. Logroño
Reservas: 941243910 / 609921059
La elección de un edificio emblemático en el un
tanto decadente "corazón financiero y político" de la ciudad de
Logroño, un diseño moderno e impactante, una distribución del espacio que lo
convierte en local polivalente y la asociación con un cocinero del lujo
asequible con cierto renombre, son tan sólo parte de la clave del éxito de Wine
Fandango, el actual "Hotspot" de la vida social logroñesa.
Wine Fandango es, más que un restaurante, un
punto de encuentro con los amigos, de relax con los compañeros después de un
día de duro trabajo, un lugar donde ver y ser visto, un sitio desenfado donde
soltarse la corbata...en fin, un Afterwork en ese argot de los oficinistas
explotados.
Y mi percepción es la de que es precisamente esta
faceta, la de lo social, y no la de lo gastronómico la que hace atractivo el
local. Porque reconozcámoslo, Logroño, aún con sus bodegas y toda su promoción,
continúa siendo un pequeño rincón. De hecho el comentario principal del
restaurante se refiere siempre a lo bonito y sofisticado de su decoración, muy
del estilo del Toto Wine Bar barcelonés
pero al parecer importada del mismo Nueva York, para pasar después al de la
complicación de encontrar una mesa, tan parecida a la que sufren en tantos
capítulos las chicas de Sexo en Nueva York, y finalmente el de quien estaba
allí a la vez que yo, en mi casó una concejala, un ex alcalde, un diseñador
gráfico...bodegueros, políticos, banqueros, médicos, altos funcionarios, y es
que hasta al mismísimo Comidista, se ha podido ver ya por aquí.
Respecto al menú, gran parte son malos e
infundados comentarios. Los más, provenientes de estos que, presa de un
síndrome de Sthendal tan brutal como el que sufren los visitantes de Florencia,
esperaban más. Y visten sus críticas con la letanía de "con lo bien que se
comía en Marinee"
Pobre Aitor Esnal, que papel tan duro le ha
tocado jugar. Y la verdad es que a mi también me gustaba mucho Marinee, ese
rinconcito minimalista, aséptico, donde los coloridos platos que servían
contrastaban con las paredes oscuras del local, con poco ruido, con trato
directo con el cocinero, que se paseaba por la sala con sonrisa afable y
aspecto de relax...
En realidad la comida, y la estructura de
menú-carta son prácticamente las mismas que en su anterior local, pero servidas
en otro escenario.
Un escenario más ruidoso, más pomposo, con mayor
capacidad, con los comensales mas pegados y mucho menos cercano que el
anterior, a pesar de que aquí se les puede ver cocinar.
Si bien hay que reconocer que las presentaciones
y platos elegidos distan un tanto de lo que del escenario se podría esperar. No
está malo el chicharro, pero la verdad es que hasta en el nombre le falta modernidad,
y la chuleta, muy buena y muchas veces mi elegida es, reconozcámoslo, poco efectista.
A los platos les falta quizás la decoración que
le sobra al local, son buenos, sí, y no se puede decir que estén mal, pero
hasta una hamburguesa gourmet encajaría aquí más. Un poco de “Comfort food” que
lo llama Philippe Regol le iría más. Qué mejor para esa mesa colectiva de la
entrada que un poco de informalidad.
Incluso, y puestos a encajar un plato con baño
Art. Decó del local, que parece inspirado en los de aquel nacional Tetuán, un
poco de taboulé o un cous cous vegetal.
Lo que no me gusta es el detalle del porrón, no
señor, no me encaja, me parece mucho mezclar. La pátina de “ruralidad” o de “riojanidad”
en este local de tendencia…es mucho mezclar.
No se puede querer ser todo, porque templos del porrón
ya los hay en la ciudad…más tasca, más de alternar, más de vino de pellejo, de
clarete ojo gallo que de wine bar.
Por muy flow que le llamen al bebercio de porron.
Por muy flow que le llamen al bebercio de porron.
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