Por fin he encontrado un hueco para comentar nuestra experiencia gastronómica en el conocido Hotel Chiqui en Santander. Lo primero que debo resaltar es que fuimos como invitados a una boda por lo que nuestra experiencia no debiera ser comparable a la que uno podría tener comiendo a la carta, por eso de que no es lo mismo cocinar para cinco que para cincuenta. El hotel está enclavado en una inmejorable posición desde la que contemplar la Bahia de Santander, justo al final de la playa del Sardinero y su restaurante se vanagloria de estar avalado por las más famosas guías del mercado, y esto a mi me enciende todas las alarmas.
Tras un cocktail de bienvenida servido en la terraza pasamos a degustar los platos elegidos por los novios para su celebración: Ensalada de bacalao al aroma de jerez, merluza rellana de marisco sobre fondo de espinacas, napada y gratinada en salsa holandesa, sorbete de limón, solomillo al foie en salasa de vino y tarta de hojaldre con helado en tulipa y pañuelo de tres chocolates.
Para los del anisakis, entre los que me incluyo (A pesar de que se dice que todo el pescado que se sirve en el hotel es congelado para cumplir la correspondiente normativa y bla bla prefiero no arriesgar fuera de los dominioos del hogar), se sirvió un menú alternativo con ensalada de iberico y frutos secos, y pastel caliente de verduras ne salsa de hongos. (Que según veo en la pagina del hotel son platos del menu de las noches gastronómicas que ofrecen por 35 € todo incluido)
Lo servido fue bastante normal para ser un sitio tan citado en las guías, y sí, claro que uno come lo que los novios elijan, pero hubo algunos comentados detalles que hacen que nosotros no incluyamos este restaurante en nuestra propia guía: por ejemplo, la merluza rellena de marisco, que la gente encontró buena, tenía además trocitos de jamón y lo que es peor champiñones que parecian de lata, y esto no es lo que uno espera encontrar en un sitio tan nombrado.
Lo servido fue bastante normal para ser un sitio tan citado en las guías, y sí, claro que uno come lo que los novios elijan, pero hubo algunos comentados detalles que hacen que nosotros no incluyamos este restaurante en nuestra propia guía: por ejemplo, la merluza rellena de marisco, que la gente encontró buena, tenía además trocitos de jamón y lo que es peor champiñones que parecian de lata, y esto no es lo que uno espera encontrar en un sitio tan nombrado.
Mi ensalada y el pastel caliente estaban bien también, pero sin más: ensalada estilo precortada, y tipica salsita de boletus. En los menús de boda deberían ponerle a los solomillos una coletilla que dijera: "Solomillo al estilo ceremonia masiva" porque siempre me pregunto qué hubiera sido del solomillo en cuestión, a la brasa o pasadito por la plancha...seguro que nada que ver.
La selección de vinos buena: un blanco Rueda, un rosado de Navarra y Viña Alberdi Rioja.
Para constrastar opiniones de una comida estrictamente a la carta os dejo el enlace del Blog: Lo que coma don Manuel, al que de vez en cuando me asomo a ojear:
https://loquecomadonmanuel.wordpress.com/2011/03/27/restaurante-chiqui-santander-muchos-detalles-no-tanto-sabor/
Para constrastar opiniones de una comida estrictamente a la carta os dejo el enlace del Blog: Lo que coma don Manuel, al que de vez en cuando me asomo a ojear:
https://loquecomadonmanuel.wordpress.com/2011/03/27/restaurante-chiqui-santander-muchos-detalles-no-tanto-sabor/
El fin de semana pasado visitamos este conocido restaurante de Santander. La ubicación es impresionante, con toda la playa del Sardinero en frente y las montañas en el horizonte.
ResponderEliminarEn la entrada encontramos al maitre que nos recibe y acompaña a una mesa cerca del ventanal al mar cantabrico. El salón está decorado con un cuidado estilo clásico actualizado.
Para empezar pedimos unas curiosas rabas de bogavante ( ¿cómo sacarán la carne de las patas ?) con esferas de aceite de oliva y un timbal del bocartes del Cantabrico, muy fresco y sorprente. La presentación de este plato era de dar pena comerselo. A mi mujer le gustó menos porque no le gusta el pepino, pero a mi me encantó.
De segundo uno de mar y otro de tierra. Lubina a la media sal, en su punto con una vinagreta de tomate y trufa, esquisita. Solomillo de buey a la sal, sorprendente y muy bueno.
De postre, una deconstrucción del arroz con leche muy ligera y adecuada.
La carta de vinos amplia y equilibrada. Nosotros tomamos un Finca Malaveina, en precio y servido correctamente.
Para rematar el festín Gin tonic de Gvine y Martin Miller preparados en la mesa con mucho arte.
Si tengo que ponerle alguna pega es que no había demasiada gente y a mi me gustan los restaurante bastante animados. La crisis se nota.