miércoles, 16 de enero de 2013

DE PINCHOS POR PAMPLONA II

Para nuestra última comida del año elegimos ir a tomar unos pinchos a la "Capital del Reyno".

Ambiente navideño contenido en lo que a ornamentación municipal se refiere, exceptuando la fachada del ayuntamiento, el Arbol de la Plaza el Castillo y el mercado de navidad poco transitado en la misma, al menos en el horario que nosotros lo visitamos.

Fila en la calle para comprar embutidos ibéricos al corte, y fila para los garroticos de Pastas Beatriz de la calle Estafeta, amenizados por un cantante callejero que canta canciones de Tahures.

Transeuntes ataviados de manera elegante y desfile de bolsas de firmas de moda y complementos importantes.
Un tanto indecisos dirigimos nuestros pasos a Chez Evaristo, en Estafeta. Un local alargado y un tanto oscuro, pero con una barra de pinchos bastante digna. Y ademas con mesas para sentarse. Hay bastante público local y también extranjero.
Tomamos un par de pinchos: Una penca rellena de espinacas (que ya conocíamos)  y un tomate relleno de jamon y queso.



Los dos muy buenos, suaves y de buena racion.

Nuestro apagado espiritu de aventura nos hizo acercarnos al Gaucho, pero la sola contemplación de las hordas de  gente que luchaban por un pincho en su barra, nos hizo apartarnos del conservadurismo y cambiar de aires. Así que cruzamos la plaza y nos plantamos en la calle San Nicolás, en la Mandarra de la Ramos.

Otro que estaba que no cabía un alma, pero con un poco de paciencia nos hicimos sitio en la barra y nos tomamos una tosta de verduritas y una bola rellena de pimiento y carne. Una bola que ya podían probar los de la Taberna del Tío Blas de Logroño para que vieran lo que es una buena bola.(Su bola fue para mi decepcionante)




Un poco agobiados por la cantidad de gente que abarrotaba los bares pamploneses decidimos pedir consejo a unos de nuestros gurus gastronomicos locales y encontramos una muy buena alternativa para tomar algo: La Barra del Melbourne.
Algo apartada del jaleo, pero con un ambiente selecto, un local agradable, sin aglomeraciones, con sitio para sentarse y unos camareros muy majos. Y los pinchos recien hechos.

 Tomamos un ajoarriero impecable, y un carpaccio con stilton que no desmerecía nada.

Y para terminar volvimos al Gaucho a comer erizo. Ya se había vaciado un poco.

Todos los pinchos con vino de Navarra. Y para colofón un cafecito en el Niza y a casa a cenar y a despedir el año.

Es un lujo vivir en este entorno.

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