Recorriendo las empedradas calles del Peñón sobre el que se asienta el núcleo de Peñiscola y a sabiendas de que contamos con un Pontífice de lo mas transgresor, que incluso se atreve a enarbolar la bandera de la lucha ambiental, no me extrañaría nada que Francisco recuperará para sí este enclave como Sede Pontificia.
Desde lo alto del Castillo del Papa Luna podría vigilar la plataforma Castor, cuya llama puede verse titilante sobre el horizonte marino cada noche, en un entorno en el que el piso no esta enmoquetado sino empedrado, y que en los meses no estivales conserva aun la esencia de un pueblo humilde y marinero.
A principios de junio aun es posible sentir parte de esa esencia, y disfrutar de los numerosos locales que copan sus calles. En pleno verano, no me atrevo a
pensar donde quedara la esencia. Arrinconada sin duda entre las hordas de
turistas.
Entre esos locales nos sentimos fuertemente
atraídos por La Sepia Boba. O más bien por su terraza, que forma parte del
decorado de toda una calle. Empedrada y en cuesta, como todas.
La carta de ensaladas, raciones y
otros elementos de tapeo amplia y los precios medios. Selección de vinos
correcta, y con algunas excentricidades de esas que permiten disfrutar de la
amplia variedad de vinos de este nuestro país.
El servicio correcto y las
presentaciones originales. Raciones abundantes.
Nos pedimos unas copas de vino de
la DO Montsant. Ensalada de tomate y bacalao, perfectamente aliñada. El bacalao
troceado y al punto de sal, que es un punto escaso, que considero muy acertado
de cara a no enmascarar sabores y a la protección cardiovascular claro.
Sepia a la plancha con su ali oli sobre pan, en su punto, y torrada de queso y salmón. La torrada sobre pan, untado con queso y abundantemente cubierta por daditos de salmón
Personalmente lo recomiendo.
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