La merecida fama de El Rincón de
Medinaceli se extiende por las redes sociales, hasta el punto de haberse visto aupado
al primer puesto entre los lugares recomendados para parar a comer en el
municipio del que toma su nombre.
Medinaceli, la de lo alto, que
desde su lavado de cara ha vuelto a recuperar el esplendor del que gozó en
tiempos de los romanos. Lo aclaro, porque son muchos aunque sorprenda, los que
habiendo parado en incontables ocasiones en el municipio lo habían hecho a pie
de carretera, sin levantar la vista hacia la colina que parece le daba nombre.
Perdiéndose un más que agradable paseo para la vista y para los sentidos.
El Rincón de Medinaceli es, como el municipio,
cruce de caminos y culturas, puesto que alardea de ofrecer una carta fusión
vasca y castellana, por los orígenes de sus dueños.
Carta y menú, en el que por 17 euros se pueden degustar excelencias culinarias autóctonas, como el cocido de garbanzos y callos, euskaldunas, como la zurrukutuna, que es sopa de ajo y bacalao desmigao e incluso platos de destinos tan exóticos como Japón.
Carta y menú, en el que por 17 euros se pueden degustar excelencias culinarias autóctonas, como el cocido de garbanzos y callos, euskaldunas, como la zurrukutuna, que es sopa de ajo y bacalao desmigao e incluso platos de destinos tan exóticos como Japón.
Estos últimos representados por el Buta no-kakuni. Un torrezno reinventado. Impresionante a juicio de todos los catadores.
Buta no-kakuni. Fotografía: D. Navarro D. |
Ya no será para mi Medinaceli el lugar donde comer boletos de cabello de ángel, solo.
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